lunes, 25 de noviembre de 2013

Darwin en el siglo XXI



El naturalista Charles Darwin [1809-1882], después de unos años de desorientación juvenil intentando estudiar medicina en la Universidad de Edimburgo y, luego teología y lenguas clásicas en Cambridge, vivirá entre 1831-1836, por espacio de cinco años, el acontecimiento más importante de su vida, el viaje de investigación científica a bordo del “Beagle” por América del Sur y las islas del Pacífico; expedición que le permitió no sólo descubrir su verdadera vocación de investigador de la naturaleza sino el de realizar múltiples observaciones de animales y plantas. El descubrimiento en Argentina de huesos fósiles de grandes mamíferos extinguidos y la observación de numerosas especies de pinzones en las Islas Galápagos, se incluyen entre los sucesos que lo llevaron a desarrollar sus teorías sobre la transmutación de las especies. En 1839, publicó una detallada descripción de ese viaje con el sugerente título Voyages of the Adventure and Beagle. Veinte años después, en 1859, enfrentado con la posibilidad que se le adelantara Alfred Russel Wallace, finalmente escribió y publicó sus ideas en lo que se convertiría su principal obra, The origin of Species, en la que explica la aparición de nuevas especies y la desaparición de las preexistentes como consecuencia de la selección natural.

Esta teoría es ampliada en 1871 cuando publica The Descent of Man and Selection in Relation to Sex, con la cual el origen de la vida y particularmente el del hombre, fue explicado desde una perspectiva completamente novedosa y revolucionaria. Su mayor descubrimiento radica en la ley que explica el origen y diseño de los seres vivos, a saber, la selección natural. Con este descubrimiento, Darwin extiende al mundo orgánico el concepto de naturaleza derivado de la astronomía, la física, la geología y la química; la noción de que los fenómenos naturales pueden ser explicados como consecuencias de leyes inmanentes, sin necesidad de postular agentes sobrenaturales. En este aspecto, Darwin se asocia y completa la revolución iniciada por Copérnico y Galileo, que todos los fenómenos de la naturaleza estarían ahora al alcance de las explicaciones científicas; explicaciones que él buscó manteniendo hasta su muerte ocurrida en 1882, aquello que más lo caracterizó como hombre de ciencia, el amor y la pasión por la verdad.

Tras su desaparición el legado de la obra darwiniana se ha ido acrecentando con el desarrollo de las ciencias del hombre que empiezan a ocuparse del “Homo sapiens” no sólo como algo más que una parte de la naturaleza, sino como parte de ella y por ello está sujeto a estudio por los métodos de la ciencia natural. “Ningún biólogo serio actual –advierte Francis Collins– duda de la teoría de la evolución como explicación de la maravillosa complejidad y diversidad de la vida. De hecho, lo relacionado de todas las especies a través del mecanismo de la evolución es un fundamento tan profundo para el entendimiento de la biología que es difícil imaginar cómo se podría estudiar la vida sin ella”.

La historia humana ya no se concebía como un drama divino; la diversidad de los orígenes de la moral y de las costumbres humanas ya no se consideraban meramente como consecuencias del pecado, y la ética podía estudiarse antropológicamente tanto como filosófica y teológicamente. Lo nuevo era la libertad de hacer estas cosas y las implicancias de la teoría de la evolución en relación a la creación divina, el sentido de la existencia humana, el fundamento de la moral y las diferencias sociales, entre otros temas, son lo que más le dan vigencia a la obra de Darwin.

De todos estos temas, sólo me ocuparé de tres, a saber; primero, ¿La teoría de Darwin es atea y antirreligiosa?; segundo, las implicancias éticas y políticas de la teoría evolutiva y selección natural; y, tercero, la destrucción y muerte de la cuna del Homo sapiens, como resultado de la minuciosa aplicación del voraz proyecto “civilizador” y afán de dominio del europeo moderno del que no es ajeno el naturalista inglés. En el tratamiento de los mismos he procurado mantener el amor y la pasión por la verdad que caracterizó a nuestro homenajeado, Charles Darwin.

-Allan Taveras-

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